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Historia

Nacimiento y fundación (1932)

Para el inicio de la década del ´30, en San Martín como en todo el ámbito nacional, se había enrarecido el clima político con frecuentes episodios de violencia. Duro Había golpeado la crisis financiera mundial de 1929 y los intereses internacionales con respecto al petróleo argentino ponían en jaque las autoridades nacionales. Este agitado panorama político derivó en un golpe de estado, orquestado y planeado en nuestro partido y encabezado por el General Uriburu, que partió desde el Liceo de San Martín el 6 de septiembre de 1930, hacia la Casa Rosada para derrocar a Irigoyen y volver a instalar el régimen oligarca combatido otrora.
Al mismo tiempo un fenómeno social tomaba más y más fuerza en todo el país: el fútbol.
Aunque hacía ya varias décadas que este juego había llegado a nuestro territorio a finales del siglo XIX de la mano (o de los pies) de los marineros ingleses, para comienzos del ´30, el inicio del profesionalismo, el foco de los medios sobre el fútbol y el subcampeonato obtenido en Uruguay poco tiempo atrás en el primer mundial de este deporte lo transformaron en un verdadero fervor popular que hasta nuestro días se mantiene.
Todos los chicos y los jóvenes jugaban al fútbol, mañana, tarde y noche si podían, en la infinidad de campitos y baldíos que abundaban en la época.
En todas las esquinas había una “barra” de muchachos que se juntaban a hacer un picado o desafiar a otra “barra”. Pero el grupo en particular que nos interesa es el que se juntaba en la intersección de las calles Tres de Febrero y Ayacucho en la esquina de una despensa y despacho de bebidas donde hoy se encuentra la estación de servicio YPF. Juan Gutierrez, Enrique Ferrer, Fabricio, Ricardo y Juan Ruocco, Mauricio Nan, Ramón Massa, Emilio Digiorgis, Enrique Seuve, Hector Arrébola, Alberto Varela, Juan Cabaña, Juan y Antonio Raimundo, Cristóbal Perrone, Laureano Castiñeiras, Roberto Varíate, José Presedo eran los integrantes de esta “bandita” de pibes de entre 17 y 20 años que cuando no estaban pateando la pelota, estaban en esa esquina hablando de fútbol. Y claro, también veían pasar a las chicas del barrio y seguro soltaban algún piropo o cruzaban una mirada.
Todas los días se reunían a despuntar el vicio del fútbol en el baldío de tierra ubicado en el barrio San Lorenzo (popularmente conocido como Barrio Parque) donde en la actualidad se encuentra el Instituto La Merced. Allí se llevaban a cabo los grandes desafíos contra otras barras ó simplemente el picado entre amigos pero siempre había partido. Por supuesto que el campo distaba de un campo de fútbol verdadero, pero esto no era impedimento y todo era reemplazable. Los arcos eran los buzos y pantalones de los jugadores y los límites de la cancha se ponían de mutuo acuerdo entre los equipos antes de jugar.
A los vecinos no le interesaba nada como jugaban estos pibes, eran otros de miles y miles que jugaban en todos lados. Sin embargo había alguien que nunca se perdía un encuentro, alguien muy importante en el nacimiento de nuestra institución. Este personaje era un linyera que tenía su ranchito lindando con el potrero y un gran amante del fútbol. “Fufú” el croto lo llamaban y se pasaba la tarde entera viendo los partidos, arengando, disfrutando y divirtiéndose junto a los chicos.
Muchos clubes se estaban gestando por ese entonces y otros tantos recién daban sus primeros pasos y a Juan Gutierrez la idea de fundar un club propio le daba vueltas en la cabeza. Cuando se lo contó a los chicos todos dijeron que sí inmediatamente, entusiasmadísimos, pero fue puro ímpetu adolescente. No tenían nada, eran chicos de barrio, humildes y el hecho de no tener un simple lugar donde reunirse fue el primer impedimento que le puso paños fríos al sueño de los pibes.
Lo cierto es que tantas tardes en el campito de Barrio Parque recibiendo el aliento del solitario “Fufú” fueron creando un lazo de amistad y éste al ponerse al tanto del deseo de los chicos y de los problemas para llevarlo a cabo, no dudó en ofrecer su casita para que los chicos cumplan su objetivo. Al fin y al cabo esos pibes le alegraban las tardes y eran los únicos que se animaban a hablarle. El rancho de “Fufú” era realmente pequeño, construido con la madera que se podía encontrar en la calle, llena de agujeros y agujeritos y la higiene no era la principal cualidad, con una ventanita cubierta con cortinas de bolsa de arpillera, pero esto les importó nada a los entusiastas jóvenes que aceptaron gustosos el ofrecimiento del croto.
Los pibes habían dado el primer paso hacia la fundación, ya tenían una sede, un lugar donde juntarse y dictar sus propias leyes, pero apenas avanzaron en esto surgieron otros problemas que no tenían en mente. Asuntos tan simples como cuál sería el nombre del club. Por supuesto surgieron tantos nombres para la nueva institución como integrantes tenía el grupo, pero luego de mucha polémica y mucho dirimir quedaron dos propuestas. Los que vivían sobre Ayacucho querían ponerle a la institución el nombre de su calle y los que vivían sobre Tres de Febrero deseaban lo mismo.
La controversia no distanció a los muchachos y pensaron en una solución justa y arbitraria, que conforme a todos. Una sola cosa se les ocurrió y todos estuvieron de acuerdo y no fue otra que jugar un partido de fútbol entre los que querían bautizar el club como Atlético Ayacucho y Club Atlético Tres de Febrero, el ganador no sólo se quedaría con la gloría de la victoria sino también con el nombre del club que estaba por nacer.
No podían jugar en la canchita de siempre, era un cotejo muy serio e importante y el terreno debía ser neutral. Debido a eso y luego de analizar todos los potreros de la zona decidieron que el indicado sería el que estaba delimitado por las actuales calles Honaine, Libertad, La Crujía y Emilio Morello. El terreno era óptimo pero para este partido no bastaba con los buzos y pantalones para hacer las vallas y los límites debían estar señalados. Entonces convencieron a un vecino, que trabajaba para la compañía telefónica, para que les consiguiera los postes y entre todos alambraron para delimitar el campo de juego.
Luego de un gran esfuerzo ya tenían un cancha capaz de albergar semejante disputa, pero apenas terminar y tras un simple recuento notaron que se les había escapado otro pequeño detalle. Ninguno de los dos conjuntos reunía los once jugadores necesarios para poder darle al juego carácter de oficial, así que se vieron obligados de llamar a “ajenos a la cuestión”, para completar los equipos y por eso invitaron a futbolistas de clubes de la zona.
-¿Cuánto va el partido?
–Cero a cero y de tiempo no se, pero hace como una hora que la vienen pateando de un lado para el otro.
-Están dejando todo.
-Si pero no hay mala fe si son todos amigos. Lo que pasa que el ganador le pone nom... gol, ¡gol! Gooooooool, goooooooooool.
-¿Quién fue? ¿Quién lo hizo?
-¡Cañanga!
-¿Cañanga?
-¡Si! ¡Si! ¡Cañanga!
-¿Quién es Cañanga?
-Es del club San Martín y ¡Vamos a ganar por su gol!!!
Con ese gol del jugador del club San Martín Tres de Febrero logró derrotar en luchado cotejo a Ayacucho por 1 a 0 y le dio el nombre a la institución con la que soñaban estos adolescentes. Por fortuna el equipo perdedor aceptó con honor la derrota y sin ningún “pero” aceptaron el nombre y siguieron juntos para encarar el proyecto que se habían propuesto y una noche en la casa de “Fufú”, a fines de un junio helado se juntaron para hacer realidad su deseo.
“Estábamos en un triste rancho a la luz de una vela. No había nada. Entre todos no se sacaba 1 peso de los bolsillos, no hacía falta, había un caudal enorme de entusiasmo y eso es lo que valía. Era una noche sumamente fría, la vela de vez en cuando se apagaba, cuando no era el viento, los puchos, que esa noche tenían un gran valor. Fabricio Ruocco tenía cuatro cigarrillos Barriletes, ¡Y demasiado! Los puchos pasaban de mano en mano, solidaridad diría cualquiera.
El “gordo” Varela se sentó sobre una cama turca y al rato la pobre crujía y se hundía entre los lamentos de Laureano. Enrique Seuve se entretenía en tapar agujeros de las paredes, porque sino se apagaba la vela, y ¡se armaba el lío! Gutierrez se entretenía en preparar el libro de actas y sacar punta al lápiz, mientras tanto, Laureano maldecía a los gordos y el “gordo” Varela para consolarlo le silbaba un tango.
Siendo las 21.30 se abre la sesión. Ferrer hace uso de la palabra y expone ante la selecta concurrencia el motivo de esa reunión. Cuando terminó lo aplauden y Presedo apaga la vela ¡Se arma el lío!; Gutierrez se esconde, Ferrer agarra la vela, el “gordo” tira un trompiz, le pega a Gutierrez, éste grita, se oyen más gritos y Ferrer puede al fin encender la vela y con voz enérgica llama a la cordura, Seuve se queja de un golpe, todo sea por el club. Y después de ímproba labor se funda “para fomentar todo ejercicio ó práctica de índole deportiva ó cultural” el CLUB ATLÉTICO 3 DE FEBRERO a las 23.30 del 23 de junio de 1932.
Ese mismo día también se conformó la primera comisión directiva, que sería provisoria hasta que se lleven a cabo las primeras elecciones, y estaba integrada por Juan Gutierrez en la presidencia, Enrique Ferrer secretario, Alfredo Varela era el tesorero y los vocales Antonio Raimundo y Enrique Seube.
Que gran emoción y entusiasmo sintieron éstos adolescentes, que soñaban, como todos los jóvenes, pero ellos no se quedaron con el sueño, querían una realidad un verdadero club de fútbol, un lugar para fomentar la cultura, las actividades sociales, la educación física, una lugar donde no importe la ideología política ni las creencias religiosas y pusieron todas sus energías para lograrlo y vaya que pusieron empeño que 75 años después se yergue en Islas Malvinas y J. C. Paz un hermoso edificio que sin duda honra el esfuerzo y la lucha que los socios fundadores debieron afrontar para plantar los cimientos de una institución duradera con trayectoria e historia deportiva y social en General San Martín, en Buenos Aires y porque no a nivel nacional. Y lo que hace más meritoria su aventura es que esos chicos de barrio partieron de la nada, del ranchito de un linyera, del esfuerzo de ahorrar algunos pesos de sus sueldos para comprar lo que se necesitaba en el club, para poder verlo crecer. Y este espíritu es sin duda el que hoy nosotros debemos acoger en nuestro interior para dejar de lado mezquinas discusiones y absurdas discordias para prosperar, para subsistir a esta cruda realidad económica, a esta sociedad que ya no valora la importancia de los clubes de barrio y poder seguir criando y educando chicos sanos.

Los inicios (1932-1934)

Lo primordial ya estaba realizado, ya había un club, pero había que seguir avanzando y habría nuevos obstáculos por sortear. Lo primero fue lo primero, se convocó a todos los socios fundadores para celebrar la primera asamblea y poder elegir así a las autoridades que dirigirían a la institución. La primera Comisión Directiva quedó integrada de la siguiente manera:

Presidente: Enrique Ferrer
Vicepresidente: Juan Gutierrez
Secretario: Cristóbal Perrone
Tesorero: José Precedo
Vocal 1: Fabricio Ruocco
Vocal 2: Hector Arrébola
Vocal 3: José Cavanna
Revisor de cuentas: Mauricio Nan, Antonio Raimundo
Canchero y cobrador: Fabricio Ruocco

La Comisión rápidamente se puso a trabajar y tomó las primeras medidas. Una de ellas fue la mudanza de la cancha que habían construido en el campito de Honaine y Libertad a la calle Salta y Libertad, en un terreno, en donde ahora está el Colegio Agustiniano, que había sido cedido por su dueña mientras ella permaneciera con vida. Allí llevaron los postes telefónicos y además construyeron una pequeña casilla, con materiales donados por los socios, para que viva un cuidador. También decidieron abandonar la casita de Fufú. Los pibes estaban encarando un proyecto serio y pensaron que una institución no podía tener su sede en el rancho de un croto. A pesar de no contar con un local social la secretaría cumplía sus funciones en la calle 3 de Febrero 70, en la casa de uno de los socios y más tarde se pudo alquilar una piecita en la calle J. C. Paz 597 y allí se mantuvo hasta septiembre de 1934
Rápidamente los chicos se encargaron de mandar cartas a muchos clubes de la zona (Central Argentino, Comercial de Villa Devoto, Atlético San Andrés e Independiente de Beccar entre otros) anunciando el nacimiento de una nueva institución deportiva y desafiándolos a jugar. Se armaron enseguida las categorías 3ª y 4ª para poder jugar los compromisos pactados y dos semanas más tarde de la fundación, el Tres de Febrero jugaba su primer partido como institución formal, en cancha de Central Argentino, frente a Atlético San Andrés.
En estos primeros tiempos toda la actividad del TREDE pasaba exclusivamente por su campito de deportes. Era un club de fútbol y para 1934 contaba con 3ª, 4ª, 5ª y 6ª de modo que no había fin de semana que no haya partido, algún desafío o torneo que le de vida a la cancha del joven club.
Turner, Sciocia, Americi, Rivas, Nan, Seube, Arrébola se destacaban por esos tiempos defendiendo los colores del club y el 3 DE FEBRERO comenzó a ser conocido en la zona como un duro rival.
La gente en la década del 30 no tenía el bagaje de opciones que hay hoy para aprovechar el tiempo libre y como el fútbol era tan popular y el equipo del barrio se hacía fama de jugar bien a la pelota el vecino de San Andrés comenzó a acercarse al club, primero como público y de a poco empezó a participar activamente. Surgieron de esta manera los campeonatos comerciales, donde los negocios del barrio formaban sus equipos para jugar y pagando una cuota de inscripción podían participar de los torneos, que se jugaban a todo o nada. Equipos como “La Mariposa”, “Los Nenes del Tody” y “Ya tiene comisario el pueblo” eran los animadores de estos campeonatos que atraían gran número de público.
Como casi todos los lugares de la época el club era un lugar exclusivo para hombres. Sin embargo la familia tenia su lugar. Grandes quermeses se llevaban a cabo, también en el campo de deportes, para conmemorar fechas patrias como la Independencia, el 25 de Mayo y también el aniversario del club. Todos estos eventos se realizaban con el objetivo de recaudar un poco de dinero, ya que el económico, era siempre el primer obstáculo en sortear. Se necesitaba dinero para todo. Incluso para comprar cosas elementales como pelotas, camisetas, silbatos, por eso además el club cobraba una cuota mensual de 0.20 centavos, alquilaba la cancha y las camisetas y realizaba sorteos con las donaciones que recibía de los socios y los vecinos.

El primer aniversario del club

En junio de 1933 el TREDE llegó a su primer año de vida y no era poco. El presidente en ese entonces Carlos De Santín, segundo en presidir el club, decidió que se debía organizar una fiesta de conmemoración por eso armó una subcomisión de fiestas que se encargaría de todo y formó el siguiente programa para los festejos del cumpleaños.
En primer término a las 13.30 horas la cuarta división del club jugaría la Copa Aniversario contra la misma categoría del club San Andrés.
A las 14.20 hs. Carreras de embolsados para niños menores de 14 años cuyo primer premio fue una caja de bolitas. Segundo premio un tarro de dulce.
14.30 hs. Carrera de 60 mts. para niñas menores de 14 años. Primer premio una caja de galletitas. Segundo premio una caja de útiles.
14.40 hs. Carrera de embolsados para señoritas y señores. Primer premio una cartera de gamuza. Segundo premio un juego de toillet
15.40 hs. Carrera de 100 mts libres para caballeros. Primer premio una estufa eléctrica.
15.50 hs. Carrera de agujas de 60 mts. para señoritas. Primer premio un frasco de perfume.
16 hs. Carrera de 100 mts. para casados. Primer premio una caja de dulce.
16.30 hs. Entrega de premios a los ganadores.




Con poco más de dos años de vida, el TREDE, ya había logrado atraer a la gente del barrio de San Andrés. Sus equipos de fútbol cosechaban éxitos y atraían cada vez más público. Sin embargo tenía una cuenta pendiente. Aunque ya había mudado su secretaría a un local que había sido alquilado para ello, todavía no tenía una sede formal.
Hasta el momento la carencia de una sede era un problema, pero no le quitaba el sueño a nadie. Sin embargo a mediados de 1934 se transformó en un objetivo primordial. Este cambió se debió a que había asumido la presidencia Abraham Saied, uno de los personajes más importantes en la historia del club. Saied no era un socio fundador pero fue una persona que se había enamorado del club. Un Emprendedor y un luchador laborioso que nunca le dio la espalda a las necesidades de la institución y que bajo su mandato (de nueve años), con honestidad y transparencia catapultó verdaderamente el crecimiento del “Trede”.
Sus avasallantes ansias de progreso y sus negociaciones junto a su mano derecha, Manuel Khon, permitieron lograr el alquiler de una casa ubicada en la calle Pilar (Honaine) 61. El propietario era el Sr. Jaurrebigerry que la alquiló el inmueble por 5 pesos mensuales. Contaba con tres piezas y un patio y con este avance el club ya contaba con un espacio físico para poder funcionar como institución. El 10 de noviembre de 1934 con una velada en el viejo cine San Andrés, en la que tocó la Orquesta Remo, la sede social es inaugurada formalmente.
La nueva sede no tenía mucho, pero fue un paso enorme. Allí podrían recibir correspondencia, reunirse a tratar problemas y soluciones y lo más importante un lugar para que el socio se conozca, platique, debata y caña y truco de por medio cultive la amistad con los demás socios.
Esto la abrió las puertas a más gente del barrio, ya sea por perezoso, anciano ó por “patadura” los que no simpatizaban con el fútbol tenían la posibilidad de hacer otra actividad. Así tomaron importancia los torneos de truco y ajedrez que le dieron movimiento a la sede y la llegada de la “vida social” al club.

El viejo club (1934-1960)

El Tres de Febrero aún era un pequeño club de barrio, que ni siquiera estaba consolidado y que cumplía sus primeros años de vida, sin embargo la adquisición de un local social le dio un impulso positivo que atrajo más cantidad de vecinos, incluso se empezaron a acercar las señoritas algo que no era muy común en la época y que en el club no pasaba. Con decir que el 6 de noviembre de 1934 la señorita A. N. Bravo se hace la primera socia más joven con solo 8 meses de edad.
La mayoría de los socios nuevos se acercaban para integrar los equipos de fútbol. El problema es que había más cantidad de jugadores que lugares disponibles por lo que se seleccionaba a los mejores para jugar, siendo el primer esbozo del club como institución deportiva competitiva. El resultado de esta selección fue el esperado, los equipos del club mejoraron el nivel ganando numerosos desafíos, con gran cantidad de público, y algunos campeonatos amistosos. Además comenzaron a llegar invitaciones de las diferentes asociaciones de fútbol para que el “TREDE” participe de sus torneos.
Esta suerte de elitismo en los equipos de fútbol acrecentó la calidad deportiva de la institución, pero a su vez, trajo consigo la exclusión de muchos socios. Sin embargo estos jóvenes inquietos que querían hacer deporte y no se conformaban con la tranquilidad de los juegos de salón buscaron alternativas. De esta manera surgieron las bochas y el básquet dos pilares fundamentales en la historia del club.
Para el primer semestre de 1938 en el 3 de Febrero ya se practicaba fútbol, bochas y básquet, además de la actividad que se hacía en el local social donde además del pequeño buffet se jugaba ajedrez, truco y los dados. Los más de 200 socios con los que el club contaba desbordaban la precaria infraestructura de la pequeña institución y las solicitudes para asociarse llegaban por decenas todos los días. Como el crecimiento era continuo y las comodidades pocas nuevamente el presidente Saied (electo por quinta vez consecutiva) junto a su inseparable socio Manuel Kohn se pusieron en campaña para mudar la sede social a un lugar más grande, propicio para que el club pueda crecer al acelerado ritmo que llevaba.
Deciden arrendar un inmueble en la calle Santos Lugares 55 (actual Islas Malvinas) al propietario de dos casas contiguas, el señor Cantoli, que por 145 pesos mensuales alquilaba la propiedad para que allí funcione el club. Este fue un gran paso hacia adelante que dio el 3 Febrero ya que con un local de esta magnitud el club mejoraría enormemente las comodidades para los socios y contaba con lugar suficiente para realizar nuevas actividades con el objetivo de poder contener y albergar la creciente masa societaria y por ende afianzarse como institución en San Andrés.
A partir de la adquisición del nuevo local social el club no detuvo su crecimiento. Primero los socios construyeron un bar, se colocaron dos billares y un sapo, se hizo una cancha de bochas, la cancha de básquet contra las vías y una pequeña pista de baile. Las nuevas instalaciones atrajeron rápidamente nuevos socios y la actividad social rápidamente superó a la deportiva haciendo pensar a los directivos en nuevas ideas para consolidar el club en el corazón del barrio y para poder seguir mejorando como institución. De esta manera surgieron los bailes y las soirée. Como en aquella época no existían los boliches bailables ni la actividad nocturna de hoy, los clubes eran el lugar de los jóvenes para relacionarse, divertirse, bailar y conseguir pareja. Por eso se decidió formar una subcomisión de fiestas con la finalidad de organizar estos eventos los fines de semana y poder tener otra fuente de ingreso para emprender nuevas obras. Los bailes se hacían con orquetas en vivo, Los Mendocinos, Los Porteños y Manzini, fueron algunas de las bandas que entonaron sus melodías en los bailes de antaño. La gente que asistía venía de todos lados ya que el club se encargaba de publicitar en medios gráficos y radiales. Por supuesto que ser socio del club abarataba la entrada a la velada por lo que muchos jóvenes se asociaban por aquel entonces. Los bailes eran muy exitosos y a pedido de la gente y por iniciativa de Manuel Kohn, en el verano del 39 se comienzan a celebrar los carnavales, que más tarde se transformarían en un fenómeno masivo y verdaderamente popular en el 3 de febrero, pero eso será más adelante en el tiempo.
El éxito de las veladas bailables atrajo gran cantidad de nuevos asociados, se paseaban por los pasillos del local social personas desconocidas para la mayoría de los viejos socios, entonces para evitar intrusos y llevar un mejor control del movimiento de la masa societaria se impone a partir del verano del ´39 la creación y el uso del carnet obligatorio para acceder y usar las instalaciones del club.
Durante 1939 el club crecía, prácticamente, a diario todo debido al excelente orden institucional y el buen pasar económico y esto le permitió seguir invirtiendo en mejoras. Se compró una mesa de ping-pong, ajedrez se convirtió en una actividad federada, hicieron dos nuevas canchas de bochas techadas y se logró negociar con el vecino para que este cediera una porción de su terreno para la construcción de un parque infantil que fue inaugurado para las fiestas del 25 de mayo de 1939. El arenero fue hecho con material donado por el secretario del intendente (que había quedado “muy impresionado” en una visita) y tenía un tobogán, tres hamacas (construidas por los socios) y un par de subibajas. A las mejoras físicas de la entidad se le sumaron los logros en el ámbito administrativo. Uno de los mas destacados en este aspecto, nuevamente por iniciativa de Kohn y Said, fue el de encarar los trámites para obtener la personería jurídica, paso clave para el afianzamiento total de la entidad, que fue conseguida finalmente el 9 de junio de 1942. Otra negociación exitosa encarada por el presidente Saied fue la que tuvo con la compañía suministradora de energía donde obtuvo un importantísima reducción de gastos, también se logró instalar un teléfono publico, algo que hoy resulta irrisorio pero importante en esos tiempos, además de conseguir la colaboración de las autoridades municipales para diversos emprendimientos. La única derrota en la gestión de nueve años de este prócer del club fue cuando se perdió el campo de fútbol en manos del arzobispado de La Plata, para edificar allí una capilla

La intervención del ´39

Las cosas marchaban muy bien, el club crecía en lo deportivo, social, económico e institucional. Pero donde hay personas manejando un creciente movimiento de dinero siempre puede haber problemas. En la Asamblea Anual Ordinaria de 1939 (donde se elegirían las autoridades del siguiente período) el tesorero Chirac pide ante todos que sea revisado todo el movimiento de caja anterior, ya que había recibido una denuncia de parte del Sr O´leary de que el Revisor de Cuentas, Angel Marrone, había cometido algunas irregularides que podían ser demostradas, además de no haber publicado oportunamente los balances. El culpable sería Marrone debido que como Revisor debió informar de las irregularidades en el momento. Como los balances estaban firmados por el presidente Saied también se lo culpó a él, pero éste se excusó diciendo que el señor Marrone le dijo que “firme, que luego le explicaba”. Por todo esto y porque era candidato a Tesorero para las elecciones Marrone levantó las sospechas de todos. La asamblea se transformó en un violento debate que derivó en la desintegración de las listas, la disolución del poder político de los dirigentes y la intervención del club en mano de los socios. Quedan a cargo como interventores Andrés Nan, Hilario San Martín, Carlos De Santín, Pedro Rodríguez, José Mata y Carlos Sibolli como presidente. El objetivo de la intervención era aclarar las irregularidades y para eso crean una comisión investigadora a cargo de José Mata, Pedro Rodríguez y Carlos Sibolli. Al culminar la investigación arrojo como resultado que “la tesorería del club no fue manejada con la debida mentalidad, y si bien no hay señales de mala intención por parte del Sr. Angel Marrone hay muchos errores que van en contra de los intereses de la entidad.” Para darle punto final al conflicto el tesorero Chirac, quien había denunciado la irregularidad, asume el error como propio y salva la diferencia con dinero de su bolsillo. La comisión investigadora pide se confeccionen nuevas listas y llama a elecciones en noventas días, que serían ganadas otra vez por Abraham Saied.

Tres de Febrero encuentra su lugar

Con la solución de los conflictos internos las autoridades del club podían nuevamente enfocar todas sus fuerzas en la conducción de la próspera institución. El propietario del terreno que ocupaba el local social y la casa vecina, el señor Cantoli, ya le había manifestado a Saied su deseo de mudarse a otra parte y alquilarle también al club la otra propiedad. Al presidente no le pareció mala idea pero como el club ya estaba encausado en un ascenso continuo pensó que era el momento oportuno para que la entidad se afiance finalmente y adquiera un lugar propio. No quería terminar su mandato sin que ello sucediera, deseaba conseguir un lugar donde 3 de Febrero tenga todo el futuro por delante.
El 19 de abril de 1940 Abraham Saied reúne a toda la Comisión Directiva y les manifiesta el ofrecimiento de Cantoli y anuncia que de llevar un estricto plan económico que él había diseñado la institución estaba en condiciones de comprar toda la propiedad. Para ese objetivo la comisión designó a Saied, Manuel Kohn, Carlos Sibolli y Horacio Castiñeiras para que lleven adelante las negociaciones. Antes de comenzar a gestionar con Cantoli se entrevistan con el señor Mackinon, un inmigrante escocés que era propietario del baldío que estaba en la esquina del club, en Progreso (actual J.C. Paz) y Santos Lugares (Islas Malvinas). Este les pide a los representantes del club 8 pesos por *vara cuadrada, contando el total del solar con 4194 varas cuadradas, a pagar en 120 cuotas sin intereses con los impuestos al día y el perímetro pago, siendo el valor total de 33.552 pesos. Por su parte Cantoli pide 30 mil pesos al contado y que el club siga pagando 2 mil pesos por el perímetro. Unánimemente pensaron que las pretensiones de ambos eran muy elevadas y la comisión insistió en seguir negociando y obtener un descuento o mayores facilidades de pago.
Se prefería las dos propiedades del señor Cantoli por la comodidad que implicaba no tener que mudar nuevamente la sede social, así que por segunda vez los cuatro encargados de la operación se reunieron con el vecino. Le proponen pagarle 20 mil pesos al contado y 7 mil en cuotas. Cantoli se niega categóricamente a la oferta del club porque quería cerrar la transacción al contado. Las negociaciones
v Vara: Unidad de medida usada en la antigüedad equivalente a 83.59 centímetros
continuaron y lograron que el dueño redujera sus pretensiones en 25 mil pesos y 1 mil por el perimetrado. La comisión cree que no es conveniente realizar la compra y autoriza a a Saeid, Castiñeiras, Sibolli y Kohn a entrevistarse con Mackinon. Les dieron instrucciones precisas de no pagar más de 7 pesos la vara para que el total no supere los 30 mil pesos y que de pagar en cuotas esta no supere los 220 ó 230 pesos por mes.
Una vez más los emisarios del club se reúnen con el propietario del solar lindero y tras una ardua negociación consiguen el excelente precio de 6 pesos la vara cuadrada, con el perímetro y los impuestos al día, siendo el monto total de la operación de 25.164 pesos a pagarse en 120 cuotas mensuales de 209.70 pesos.
Logrado el precio que ellos querían pagar no quedó más que llamar a asamblea general para consultarle a los socios si querían ejecutar la compra del local. El presidente hizo una larga y detallada introducción, explicando que la compra era factible pero que debía de meditarse muy bien la decisión, porque en caso de aceptar la compra se requería de un gran esfuerzo de todos. Cuando se iba a pasar el asunto a votación el señor Eugenio Viñals se paró y manifestó que en las calles Ayacucho entre Ramón Falcón y 3 de febrero hay una propiedad en venta y con papel en mano da detalles de que vale 15 mil pesos, pagando 4 mil al contado y el resto en mensualidades. Saied interrumpe y le dice a Viñals y a todos los presentes que la casa ya había sido estudiada y que no resultaba conveniente su compra por carecer de valor práctico la edificación, encontrarse en mal estado y por faltarle espacio para la construcción de las canchas de bochas, básquet y tenis. Habría que gastar unos 8 mil pesos en reparaciones y la propiedad contaba con un tercio menos de espacio que el del señor Mckinon. Los argumentos esgrimidos por el presidente convencieron y ese día, 22 de mayo de 1940, se autoriza la compra del terreno para afincar definitivamente al club a nombre de los señores: Abraham Saied, Manuel Kohn, Carlos Sibolli, Angel Marrone, Alfredo Rueff, Pedro Bravo, Aurelio Fredes, Luis Flamini, Héctor Olmedo, Roque Cantoli, Miguel Vuotto, Santos Luis Mauri, Julio Martínez y Emilio Carabieri.

El club actual

Horacio Castiñeiras ya había empezado a tratar de antemano con el Ministro de Obras Públicas de San Martín la compra de material de construcción usado en buen estado para que rápidamente comiencen los trabajos para edificar la nueva sede del club. El 23 de mayo se coloca un inmenso cartel en el baldío con la inscripción “En este amplio solar propio el Club Atlético 3 de Febrero comenzará sus obras” y comienza una conscripción de socios llamada “la cruzada de los 1000” publicitada en Radio y Diario “El Mundo”La cancha de fútbol estaba por quedar en manos de las autoridades eclesiásticas pero afortunadamente el “TREDE” ya no era un club de fútbol, era un club con todas las letras, un club de barrio, NUESTRO CLUB!!!

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